Artículo publicado en la revista Hola China
Shanghai 1937.
A nuestro paso veíamos el saqueo, la desolación y la muerte. El miedo lejos de paralizarnos, nos impulsaba a seguir adelante, huíamos a paso ligero, sin detenernos a mirar el horror. Sin perder tiempo. Deseando llegar sanas y salvas al puerto.
A nuestro paso veíamos el saqueo, la desolación y la muerte. El miedo lejos de paralizarnos, nos impulsaba a seguir adelante, huíamos a paso ligero, sin detenernos a mirar el horror. Sin perder tiempo. Deseando llegar sanas y salvas al puerto.
Atardecía.
A lo lejos descubrimos una casa, sus habitantes estaban ausentes, huyeron dejando sus bienes intactos, incluídos los animales. Allí podríamos reponer fuerzas, algo de comida y un descanso....
Saciamos rapidamente el hambre. El descanso fue desafortunamente interrumpido en la oscuridad de la medianoche.
Escuchamos a los lejos el andar implacable de las botas y las voces agresivas buscadoras de posibles víctimas.
Mamá no vaciló un momento, armó rapidamente un escondite y nos deslizó en un espacio más fino que el aire, quedamos arrinconadas contra la pared. Nos ordenó quedarnos allí. Le prometimos quedarnos quietas y mudas.
Con firme decisión, salió de la habitación y cerró la puerta detrás de ella.
No tardaron los gritos y las ordenes militares ininteligiblemente aterradoras.
Solo voces graves, brutales risotadas y gemidos animales.
Luego de un horror interminable, el silencio, las sombras y nosotras tambien fuimos huerfanas.
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